Retomar el amor, pero conmigo
“Para siempre” … Esa es la primera frase que nos viene a la mente cuando pensamos en el matrimonio. Sin saberlo nos adentramos en un viaje único, que puede sacar lo mejor de nosotros o no. Y es que desde niñas nos enseñan que el matrimonio es pieza fundamental en el camino recorrido como mujer, por tanto, hay que mantenerlo a flote cueste lo que cueste. Pero cuando hablamos de divorcio, las cosas cambian..
Por: Jabiela Reguera
Enfrentar el hecho de que ya no vale la pena seguir luchando por tu matrimonio, eso que ha sido tu motor principal a lo largo de tu vida, aquello que te hizo tener grandes expectativas, que te alentó a formar una familia, crear un hogar y que de un momento a otro pierde sentido conservarlo, siendo entonces, conscientes, aunque el corazón este roto, de que ahora, es la única opción correcta y que poco a poco, se aproxima lo mejor.
Con el punto de partida no de la separación en sí, sino de el renacer como ser individual, como mujer. Reflexionando sobre cómo se desfigura el amor como el castillo de arena que se despedaza ante el arribo de una ola. Por supuesto que un divorcio no es sencillo, todo cambia y cambias tú. Pero, ¿es el fin del mundo? Hemos de aprender que no.
“Pensé que no iba a poder lidiar con muchas cosas. Estaba devastada, aunque sabía que era lo correcto, pero a veces lo correcto, es lo más difícil de hacer”, cuenta Camila de 28 años, quien hace un año se divorció y a pesar del corto tiempo de casada siente que fue una gran lección.
“Cuando hablamos de divorcio, nos referimos a un duelo, ya que nos separamos y debemos afrontar que continuaremos nuestro camino sin la persona que en algún momento decidimos que sería nuestro compañero”, explica la psicóloga clínica Tania Provoste, quien hace hincapié en que cuando nos encontramos emocionalmente mal, bloqueamos episodios vividos. En dónde también va influyendo si existen hijos de por medio. En dónde a muchos pacientes se le torna más complejo asumir un divorció, ya que, si son niños y adolescentes se debe seguir teniendo contacto, cuando nos enfrentamos a un divorcio disfuncional, aplicamos el contacto cero.
Mercedes tiene 66 años, lleva más de 20 años divorciada afirma que “en ese momento me sentí muy defraudada y pensé que se me venía el mundo abajo, pero me apoyé en sacar adelante a mis hijos. Me hubiese gustado haber escuchado en ese momento un, no te preocupes todo pasa… y pasó”.
Ganando el regalo de desplegar nuevamente tu personalidad, romper con las “mal-entendidas” responsabilidades de adecuarse a las circunstancias, siendo tu esencia y estando más presente que nunca. Cometiendo el acto de amor más genuino, tomando en cuenta que no hay ensayo general, que la vida solo se vive una vez y que, con ello damos un mensaje claro y sincero a nuestros hijos también, porque lo que ocurra tendrá sus opiniones y enseñanzas en el futuro.
“Estoy muy bien, perfecta, es mejor estar sola que mal acompañada, además, si uno tiene la capacidad de reconocer los fracasos y errores que sirven para crecer, y nunca dejar de autovalorarse”, comparte Carmen de 49 años, quien lleva divorciada 14 años.
Al día de hoy Catherine de 45 años, dice sentirse feliz, conforme, realizada y muy valiente de haber tomado la decisión que tomó. “El tiempo y la fuerza te va a ayudar a salir adelante, uno puede sola, si tienes las convicciones claras, los sueños puedes cumplirlo sin necesidad de estar sometido a algo que no quieres. Si no te hace feliz no es donde tienes que estar”, define.
Malú Sandoval, psicóloga, reconoce que se debe trabajar y recordar que el dolor del término no siempre será un proceso lineal ”Se debe trabajar el apego a todo lo vivido durante el matrimonio. (Y es algo que se debe trabajar para soltar) Se debe aprender de los errores, identificarlos y trabajar en ellos para no replicar patrones y acciones”.
Es de admirar sostener las riendas de tu vida con toda la fuerza y cuidado para llegar a ser feliz. Dominar el miedo, la presión social, abrir los brazos a una nueva oportunidad, saber que el tiempo te hará sanar, crecer y entender mejor las cosas. Poder renunciar a nuestra unión para encontrarnos a nosotras mismas y que de alguna manera, eso sea todo.